Todos disfrutamos de la compañía que nos brinda esa persona en específico que nos provoca la sensación de mariposas en el estómago, esa que nos hace suspirar, que nos pone en el ápice de su pirámides de necesidades, nos da importancia, nos llena de detalles diarios como muestra de su aprecio y muchos otros gestos.

Así como recibimos el amor nos gusta entregarlo también (según cual sea el lenguaje del amor que te defina) con palabras, obsequios, etc. Y es que este sentimiento es vital para el ser humano que te hace querer tener una visión, una meta, una base para llegar a cumplir todos tus objetivos.
Pero ojo, solo podemos amar a alguien una vez que nosotros mismos aprendemos a querernos porque de lo contrario la próxima relación que tengamos estará destinada a fracasar, de hecho, esa es la principal razón de los noviazgos fallidos hoy en día, porque nos adentramos a un mundo en el que no estamos preparados, sabemos qué valor tenemos, que nos merecemos ni lo que no debemos permitir. Por eso es tan fácil caer en relaciones toxicas reflejadas en insultos, desprecio, falta de empatía y todo por n saber identificar las banderas rojas que están a simple vista y te gritan que estas en el lugar incorrecto.
Con estos argumentos es suficiente para nos prioricemos, nos prestemos atención siempre a nosotros primero (a como se siente nuestro corazón, como me siento yo con mi físico, trabajar la autoestima) para luego mirar al corazón ajeno y poder ofrecerle sentimientos reales, determinados, honestos.
Así es como la típica pero muy popular silueta de corazón adquirió tanto significado a lo largo del tiempo hasta hoy en día, significado que puede variar según otros elemento que se le adicionen con la finalidad de elaborar un concepto más singular, propio, único.